EXPOSICIÓN OBRA GRÁFICA Y ESCULTURA.
Elisa Cuéllar Sepúlveda.
HKS
Hochschule für Künste im Sozialen.
Ottersberg (Alemania).
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Moldear
el Infinito.
La creación artística
es pura cuando sale de lo más profundo sin que ninguna atadura la coarte. El
artista produce su manifestación creativa en la búsqueda de la belleza
expresiva de su alma. Este espíritu creador revolotea entre las manos del
escultor, pintor, músico, sin que éste en muchos casos pueda atemperarlo. La
obra creada se emancipa y busca su propio devenir surcando emociones
imprevistas. El contemplador revive para sí lo que el inventor ha liberado. Lo
contemplado como esencia exteriorizada del creador se funde en el ánimo del
observador. La propuesta artística de Elisa Cuéllar se nutre de estas premisas.
El albor creativo de esta artista augura una secuencia de modulaciones de hondo
calado.
Si nos adentramos en
las laberínticas ondulaciones de sus trabajos sobre papel podríamos escudriñar
las configuraciones del Infinito. Símbolo sin principio ni fin que Cuéllar
moldea a su antojo en un movimiento estelar de gran dinamismo. Adivinamos
arabescos propios de un orbe abstracto que anhelan unirse en una totalidad
astral. La elegancia del trazo y su serpentear cósmico nos envuelve y embelesa
en un tránsito interestelar. Los agujeros negros ahora se transmutan en
siderales profundidades de un blanco níveo. La mirada queda atrapada en esos
luceros insondables que surgen entre el
flamear en negro y gris de las espirales. La energía creativa del Ying y el
Yang como manifestaciones de una divina presencia sacuden la mano del artista.
Ésta se mece acunada por un valor expresivo que invita a un trasunto místico. Lo
blanco y lo negro, lo vacío y lo lleno, lo oscuro y lo luminoso se regocijan
mutuamente en una danza perenne. El efecto óptico plasmado por Elisa invita al
espectador a un viaje hacia profundidades insospechadas. La mano sutil y
delicada de la artista es en este momento firme y segura como una guía que te
conduce por senderos vertiginosos ya transitados.
Lo femenil como cualidad
inspiradora de la creación artística alcanza un frenesí sublime en el quehacer
escultural de Cuéllar. La arcilla entre sus manos se transforma en un abanico
de figuración abstracta plena de movilidad y soltura. Surgen aladas formas que
tienden a escabullirse, volúmenes armónicos de proporciones cabales, espacios
cóncavos en los que sumergirse. El barro se moldea en una esculpida naturaleza
que se esconde tras formas sugeridas. La silueta escultural se perfila a través
de una feminidad manifiesta. Se superponen los planos, se entrecruzan las
dimensiones, se intercambian las alturas y la talla alcanza un relieve
tridimensional ágil y fresco. Hay un mundo atávico insinuado en cada trazada de
la tierra moldeada. La masa domeñada presenta una pulida textura de exquisita
elegancia. Lo clásico en las manos de
esta escultora se vela en una figuración renovada de propuestas innovadoras. Florece
entonces el blanco nacarino en la fina ejecución de la artista para mitigar
cualquier atisbo de incertidumbre. El yeso cincelado cobra una corporeidad
marmórea en una sinfonía de ángulos, concavidades y protuberancias esféricas.
Toda creación requiere
valor y destreza, liberar miedos y expresar grandeza, sortear vacíos y alcanzar
certezas. Los que se quedan en la orilla no descubrirán los fabulosos tesoros
escondidos en las profundidades. El que busca encuentra y el que encuentra
crea. Aprehender el Infinito es moldear el alma y esculpirse uno a sí mismo es
tallar con finura el corazón. He aquí la declaración artística de una novel y
no por ello menos virtuosa orfebre: Elisa Cuéllar Sepúlveda.
Manuel Felipe Cuéllar Lozano.