viernes, 13 de abril de 2012

Ante todo, Yuha.


Ante todo, Yuha.


         La existencia de Yuha como personaje real o de leyenda ha transitado a lo largo del tiempo desde la cuentística árabe popular hasta la metodología de enseñanza sufí, pasando por la más aguda reflexión filosófica que cualquier ideología o pensamiento teológico pudiera plantearse en su cuestionamiento perpetuo sobre Dios y el hecho religioso. Las historias divertidas o mordaces, ingenuas o sagaces, simples o ingeniosas de Yuha son conocidas en el orbe islámico desde siempre. Generación tras generación han sido transmitidas de forma oral, por un lado en el ámbito familiar y por otro de forma singular en afamados círculos académicos. Un personaje, Yuha, que no puede ser ubicado en lugar o época alguna ya que es reconocible al unísono y de forma atemporal  en diversos polos distantes de la propia geografía oriental.


         Las enseñanzas de Yuha muestran de forma unívoca  las necedades y los aciertos sublimes del ser humano en sus tribulaciones diarias y en su deambular por la existencia de sus vidas. Encontramos en las historias de Yuha, cómo lo absurdo puede alcanzar el más alto grado de estupidez humana y como el más sencillo ejercicio de sentido común aplicado a la toma de decisiones, puede alumbrar los oscuros vericuetos del quehacer humano. Como bien indica Clara Mª Thomas sobre Yuha: “un anti-héroe” o “tonto-pícaro” en el estudio que nos ocupa, Sonriendo con Yuha, es el más fino humor el que se abre paso entre la maraña de incongruencias y descalabros que las andanzas de Yuha nos transmiten. En algunos casos me atrevería a denominarlos “quijotescos” o si se me permite “sanchuescos” (Martinez Montavez lo llama “sancho-pancesco), por aquello de la afinidad parental equina. Sin embargo, Yuha elude toda clasificación estereotipada que se le pueda aplicar. Diríamos que es inclasificable en cualquier concierto ya que sus historias descoyuntan toda articulación aplicable a un análisis textual o reflexión conceptual que pudiese equipararlas a un género concreto. El propio Yuha se encarga deliberadamente de que esto sea así pues cuando creemos haberlo apresado nos desconcierta con una historia que desmonta todos los pormenores analíticos efectuados.


        El personaje de Yuha es reconocido en Asia Central con el nombre de Nasruddin, un mula, imam o juez  que con su inseparable burro, a veces más astuto y sabio que el propio Yuha,  va recorriendo las estepas y ciudades de la Ruta de la Seda. En alguna de ellas, como la mítica Buhara en Uzbekistán, ocupa un lugar destacado en la iconografía plástica escultural de la plaza central de la ciudad junto a un estanque. Todos los niños de la ciudad lo disfrutan jugando entre las patas de su borrico o subiéndose a las barbas del propio mula quien sonriente saluda a todos los paseantes con su mano derecha sobre su corazón. La leyenda se abre paso, según Clara Thomas, cuando en el imaginario colectivo se le llega a atribuir al propio Yuha la hazaña de liberar al Jurasan del belicoso Tamerlán.


         El hecho singular de Yuha es que sus relatos son de autor anónimo o por lo menos de distintos autores sin que hasta el momento se haya podido identificar con certeza a un autor concreto. Muchas de sus historias incorporan tradiciones de distintos pueblos y civilizaciones que a lo largo del tiempo han pervivido desde el Mediterráneo al Índico, desde las estepas de Asia Central al Cáucaso y desde la curva del Níger a la Península Arábiga. En todas partes se han intentado apropiar de su identidad y parentesco, amén de situarlo como convecino y lugareño sin que por ello sus historias hayan sufrido cambio alguno pues muchas de ellas son de igual forma reconocibles en lugares dispares en el espacio y el tiempo. Como señala Clara Mª Thomas tanto en Alepo como en Egipto, en Fez o en La Meca es reivindicado como suyo e incluso algunos “…admiradores incondicionales afirman que está enterrado cerca de los pozos de Zem-Zem…” (pág. 2).

          El personaje de Yuha es tan popular en el mundo arabo-islámico que sus historias forman parte de la metodología estudiantil de las escuelas de primaria e incluso en el ámbito universitario es muy socorrida su utilización como manual de enseñanza para el aprendizaje de la lengua árabe. Lo cierto es que las excentricidades o hazañas de Yuha contienen en muchos casos una sapiencia moral de aplicación práctica válida para todo ser humano, sin distinción de género o condición social, ya que están impregnadas de una reconocida sabiduría  que incita a la reflexión pausada.


         Sin embargo el personaje de Yuha para Clara Mª Thomas ha sufrido transformaciones, desde un ser ingenuo,  un hombre sagaz que hace frente a jueces, imames, poderosos, hasta un”…hábil parásito que se finge tonto para chasquear a los demás…un fanático agitador que incita a los pobres a rebelarse contra los ricos…; o un propagador de falsas ideas sobre Oriente o el Islam” (pág. 3.) Sea como fuere, Yuha no ha dejado indiferente a nadie a lo largo del tiempo y si ha perdurado hasta nuestros días es precisamente por la combinación esencial de elementos tan reconocibles en nosotros que muchas veces ni nos damos cuenta de que los tenemos. Nos identificamos, incluso de forma inconsciente y a nuestro pesar, con muchas de las situaciones vividas por Yuha, no por afinidad con el personaje sino más bien por reflejo contrapuesto de lo que no queremos reconocer en nosotros mismos. Podríamos aplicarnos a modo de etiqueta, como tanto gusta en occidente, si nos mirásemos en un espejo, las tres categorías que Abbas Mahmud al-Aqqad en su ensayo Yuha, el risueño gracioso  aplica a las anécdotas del propio Yuha: a) “[…] muestra su estupidez y simpleza”; b) “[…] finge estupidez y simpleza […]” y c) “[…] muestra su ingenio y sagacidad […]” (pág. 3). Cada uno de nosotros en algún momento de su existencia se ha decantado por alguna de estas opciones de comportamiento ante los demás y podríamos decir, hasta con uno mismo, sea de forma consciente o inconsciente.

        El estudio de Clara Mª Thomas recoge una somera selección de historietas de Yuha que son subdivididas en los siguientes epígrafes:

  1. Anécdotas propias de Yuha primitivo, donde se muestra su ingenio y simpleza.
  2. Anécdotas en las que Yuha se presenta como un “tonto-pícaro”, que finge estupidez y simpleza para sacar provecho o burlar a sus interlocutores.
  3. Anécdotas en las que Yuha muestra su ingenio y sagacidad para no ser engañado, o para dar una lección al poderoso o evitar que le perjudique, entre las que abundan las referidas a Tamerlán.
  4. Yuha y su relación con su familia, sus esposas o hijos.
  5. Yuha en su relación con los niños, los convecinos y los amigos.
  6. Yuha y su burro.
  7. Yuha y sus relaciones con personajes poderosos como un sultán, un notable o un cadí.
  8. Los múltiples rasgos de personalidad de  Yuha, como su ingenuidad, su cobardía, su fanfarronería, su trapacería, su astucia o la agudeza de sus sentencias.
  9. Yuha como predicador, filósofo, consejero o juez.
  10. Yuha y la religión.
  11. Yuha ante la muerte.

         Como puede apreciase en la anterior relación no hay apartado social, político o religioso donde Yuha no pueda transpolar sus opiniones a través de los hechos de su vida, reales o imaginarios, que son los mismos que pueden ocurrirnos a todos. Sin embargo,  a través del prisma de la sabiduría de Yuha, estos hechos cobran un halo luminoso que provoca en nosotros la admiración y la certeza de la comprensión por medio de la reflexión. Con ello podemos desvelar un alumbramiento  trascendente que a través de lo simple consigue llega a trastocarse en sublime. Es así como Yuha muestra a todos por igual sin selección de linaje o casta enseñándonos que tanto a poderosos, jueces, teólogos o comerciantes adinerados se les puede dar lecciones de justicia y moralidad que los equipare al común de los mortales. De ahí sobreviene a mí entender el gran éxito de las historias de Yuha, en que equipara a todos bajo una justicia y moralidad humana “…más fiel a la ley coránica...” como dice Delais en el estudio que estamos analizando (pág. 16), que la que puede aplicar cualquier lego jurista o teólogo al uso.

        En el terreno de la cuentística popular la figura de Yuha correspondería al anti-héroe por excelencia aunque en algunos casos y sobre todo en las anécdotas en las que se enfrenta a los poderosos, socialmente hablando, pueda ser encumbrado a la categoría de héroe. Esto sin duda es lo que imprime a las historias de Yuha el carácter  humorístico que singularmente las caracteriza y que sin esa peculiaridad no se reconocerían como tales. La fina ironía y el chascarrillo gracioso son las claves constantes que ha precedido a su enorme éxito y por tanto a su inmortalidad. Los disparates de Yuha destilan una filosofía pragmática en muchos casos que es tan apabullante que no se puede decir más con menos palabras y de forma tan ejemplarizante. De ahí su popularidad y enorme difusión en el imaginario colectivo oriental consiguiendo con ello integrar a lo árabe, persa, turco y demás pueblos del orbe musulmán sin distinción étnica o ideológica alguna.

         Destacar por último que la indiscutible sencillez de Yuha desprende una humanidad que a todos nos atrae,  ya que vemos en él a uno de los nuestros, es decir, un hombre del pueblo que nos contagia risa y alegría hasta el punto de mofarnos de nosotros mismos y de los demás, sobre todo de los “inaccesibles”, los poderosos, los teólogos y juristas que tanto desean imponer normas y comportamientos morales de muy dudosa condición. Desde la Ruta de la Seda y la Ruta de las especias ha cabalgado Yuha a lomos de su borriquillo hasta llegar a nuestros días fresco y vivaz como muestra la siguiente historia:

Yehá y el gallo.

Un día entró Yehá en un aduar para robar un gallo. Desde que puso su mano sobre él, el gallo comenzó a escandalizar. Entonces, un hombre del aduar que lo había oído salió de la tienda, se aproximó a Yehá y le preguntó: “Y bien Yehá, ¿qué haces ahí?” Y Yehá le contestó inocentemente: “Ya lo ves, enseño a cantar a tu gallo” (García Figueras, 1989: nº 258). (Pág. 5).

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